Sábado, 5 de la tarde. Adri baja a la calle porque ha quedado con Carlos. Se reúnen en el bar de abajo:
- ¿Qué pasa, tío?
- Aquí estamos, con una resaca de cojones. Me puse bastante ciego… ayer fue una noche legendaria, va, pedimos unas cañas y te la cuento.
- Vale pero invítame que estoy tieso tío.
- Venga guay. Pues eso, que la noche estuvo de lujo.
- ¿En serio?, ¿pero te comiste algo?
- Tú sabe, estuve tonteando y bailando un buen rato con Cris.
- ¡Qué cabrón! ¡Cómo te lo montas, para tener toda la cara de mi perro! ¡Cris está tremenda!
- ¡jajajaja! Que no Carlos. Que no hubo tema, cuándo fui a meterle cuello me hizo la culebra. Así que aproveché y me fui directo a cambiarle el agua al canario.
- ¡jajaja! Vaya palo tío. ¿Y qué hiciste?
- Pues seguir con los cubatas, calenté con un tequila que me tomé con Javi… ¡Y por cierto!, te di un par de toques, pero cómo no me llamaste pues seguí a mi bola. ¿Dónde te metiste?
- Estuve en el Babilonia con esta gente. ¡Ponían dos cubatas por cinco pavos! Además había buena música y unas chicas muy enrrolladas.
- ¿Y cómo acabaste?
- Pues igual que tú, comiendo churros a las siete de la mañana en el puesto de la plaza. ¿Y a que no adivinas lo que hizo Javi?
- Jajaja. Ni idea ¿Qué hizo?
- ¡Se puso a mojar los churros en el cubata! Jajajaja. Cómo se le va la olla.
- Jajaja. Sí, menudo fenómeno está hecho Javi. ¿Tan mal iba?
- Pues imagínate, acabó durmiéndose en un banco de la plaza…
- Jajaja. Qué noche… Deberíamos ir a echar una pachanga de fútbol que hace tiempo que no jugamos.
- Me apunto. Vaciamos la caña y nos vamos.
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